A falta de aventuras, a uno no le
queda más que imaginar que las tiene. Es eso, o salir a buscar alguna anécdota
en la jungla de cemento. Obviamente que la segunda opción es tentadora. Sin embargo,
no hay inversión buena sin riesgo; y en este caso, lo riesgoso es terminar
asaltado o muerto en algún lugar de la capital. No puedo decir que soy un gran
aventurero, me falta mucho para serlo. Pero me esfuerzo cada vez que voy a
hacer diferente a lo rutinario: Manejar bicicleta trayectos bien amplios, beber
en algún bar nuevo, irme a algún distrito sin siquiera saber para qué. Al final
de alguna andanza solo quedan historias y recuerdos, sucesos que me dan ganas
de contarle a alguien, emocionarme y sentir que lo que hice sirvió para algo.
Empero, luego descarto la idea, pues uno: no hay muchas personas a las que
contar historias y les importe; y dos: me da flojera. Así que simplemente me
recuesto en mi sofá y miro el techo. No es que me guste ser bastante huraño, pero
actualmente pocas personas valen la pena. Como una vez me dijeron: “gente de
mierda hay por todas partes”. Mucha razón en eso, no importa cuánta afinidad
tengas con algunos conocidos, al final te pueden terminan decepcionando, o solo
pasan de ti y les importa un carajo si estás bien o no, a pesar de predicar y
perjurar que son tus amigos. Seré honesto, y confesaré que también soy parte de
esa gente de mierda. Muchas veces dejo a la deriva a personas a las que dije ‘son
mis amigos’. No obstante, me han dicho que esa actitud es mi forma de
defenderme ante la sociedad. ‘Hacer daño antes de que me lo hagan’ ¡Qué bonita
y estúpida forma de defensa! Son cosas que debería cambiar, pero no me esfuerzo
en ello. Ya no me empeño en ser un ilustre, me da igual si me ven como un
aliado o como un villano o enemigo. De seguro he sido el antagonista en la
historia de alguien. Ya no me importa en lo absoluto. ¿Alguien reclama a las
serpientes por tener veneno? Es ridículo, la naturaleza las hizo así. Y la
naturaleza también cambia al ser humano, la sociedad si lo ponemos en un mejor
contexto.
A falta de aventuras, escribo. Y
tal vez el fin de semana me vaya a manejar bicicleta, puede que encuentre algo
interesante en medio de Lima la gris.
Los dejo con algo que se me ocurrió mientras escuchaba el siguiente tema Canon in D, una composición clásica de Johann Pachelbel. Lo mejor sería que sea leído y escuchado en conjunto. Pueden buscar la versión que más les guste en Spotify; personalmente prefiero esta
https://open.spotify.com/track/4gNQN5LyBrFxGW5EwiV2Vy?si=IwDS9UO3TMik3dly_ngw6Q
Culpen al mozo por darme otra copa
Vamos, no te quedes
allí sentada.
El día solo tiene doce
pares de horas
y la mitad se
extinguieron bajo el sol.
Estoy aquí esperando la
piedad
de tus cálidas manos.
Subamos a lo alto de
esta colina.
Si te cansas, te
llevaré en mis brazos.
Solo aliéntame, y mis
pasos serán
más fuertes que la
pendiente.
Recuerdo que cuando
éramos pequeños
prometí que nunca te
dejaría atrás.
Siempre estábamos
juntos,
tantas aventuras
vividas por los dos.
Cuando crecimos,
muchas cosas
ya
no te hacían reír como antes.
La
gente lo llama madurez,
yo
creo que es ignorar lo esencial de la vida.
El
cielo se tornó gris
y
los números importaban más.
De
dónde sacarlos, de dónde cosecharlos.
Cifras y cifras controlan nuestro compás.
Esta tarde volveremos
años atrás.
Viviremos como cuando
éramos niños.
No importaba
demasiado el mañana.
Nuestro significado
eran los colores de hoy.
Ven, bailemos
lentamente una vez más,
con la ciudad a
nuestros pies.
Necesito que tu
sonrisa vuelva a brillar,
Ilumina la senda por
la cual vinimos.
Evitemos tropezar con
lamentos afligidos.
Seamos alegres,
no importan las malas
decisiones.
En este momento
perfecto no existen.
Tus brazos y los
míos, unidos
por aquel amor que en
el verano había nacido.
Déjame ver como
resplandecen tus ojos,
Lo sé, crees que no,
pero sí los he
notado.
Dios, soy el hombre
más afortunado.
Por la noche tal vez
tenga que partir.
Por favor, no dejes
de sonreír.
No te preocupes, por
la mañana estaré,
como todos los días,
aguardando aquí.
Vamos, no te quedes
allí sentada.
Solo tenemos tres
pares de horas
y despertaremos después:
Tú a kilómetros en un
lecho nupcial;
yo, en el piso de algún
bar.
0 comentarios:
Publicar un comentario