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Ciego



El otro día pase por aquella residencial y fue inevitable sentir los millones de minutos que han pasado desde la última vez que te vi  por aquí. Los viejos faroles siguen en su lugar, aunque algunos un poco más oxidados. Las veredas son diferentes: unos tramos están nuevos, otros derruidos y olvidados. ¿Acaso los insectos brillantes que nos seguían por las noches aún siguen vivos?

Dos siluetas dibujadas en cada esquina y cada muro me cuentan una historia que a veces preferiría no escuchar. Pero están allí, y a pesar  de cerrar mis ojos y pasar de largo, seguirán marcadas bajo aquel cielo rojizo que un tiempo atrás significó algo para mí.

Aprieto mis puños, necesito sentirme fuerte. Cada paso me lleva por abrazos que aún puedo oler entre el perfume de las flores recién nacidas. Han pasado miles de horas desde la última vez que te vi, y el café en el cual un alma quebrada y un alma llena de luz solían conversar, ahora luce cerrado y vacío. No puedo percibir los detalles que hacían hermoso a este lugar. Tal vez mis ojos están cansados y solo siento las gotas de agua que recorren mi rostro sin siquiera llover.

En medio de verdes edificios, he tardado en entender que este es otro día y otro año. También he tardado en aceptar que no estarás cuando levante la mirada. A partir de aquí conozco otros caminos, ellos me alejan del amor creado en la oscuridad. Tardé kilómetros en conseguir una reacción. Esta respuesta no salió de tus labios. Pero ahora sé qué decisiones tomar.

Estas calles aún tienen tu nombre, pero las sonrisas se han de olvidar. Estas calles aún tienen tu nombre, pero ya no importará más.
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Cuentos guardados, en un word y en mi cabeza.

Los dejo con Cuando te conocí de Andrés Calamaro.




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