“Hola nena, te escribo por si algún día lo lees.
Son las 3 a.m. y la ciudad apesta. Esto suele suceder de vez en cuando, al
parecer el mar nos da un ojo por ojo por toda la mierda que tiramos en sus
aguas. Recién acabo de despertar, la rutina me tiene un poco exhausto. Tenía
dos opciones, prepararme un café y escribirte; o servirme un ‘Jack’ puro y
alucinar que escribiré la mejor historia de todas. Opté por lo primero. Hace
dos días que no como nada decente. He olvidado el sabor de un buen plato
casero, como los que preparaba mamá. De vez en cuando la extraño, la vida no es
tan simple alejado de todos. Muchas veces me he preguntado si tuvo sentido
huir. Eres el más valiente, hasta que te das cuenta que solo tienes las suficientes
monedas como para comprar un pote de mermelada como fiambre. Echo de menos los
almuerzos domingueros, las visitas a la abuela, mi cama, al gato, la
tranquilidad de que los encontraré al volver por la noche. Pero ahora estoy
aquí y prometí no volver hasta tener un nombre. Sin embargo, algo que he aprendido
es a no soñar demasiado; no todos tenemos la suerte de cumplir lo que nos
proponemos. Tampoco tenemos la fuerza para lograr grandes cosas. Muchos nos
perdemos en las olas del olvido, y solo llegamos a ser una multitud anónima.
Aquella que cuando enfocan al protagonista se ve borrosa en el fondo, sin que
sus ideas sean escuchadas. Subsistir y ya, suena una condena; pero es lo que la
gran mayoría obtiene al irse. El truco es encontrar motivos por los cuales no
pensar en que mañana serás un día más viejo, y tienes un día menos para cumplir
tus metas. Desearía encontrar algún motivo. Si llegas a leer esto, dile a mamá
que lo he intentado y lo intentaré hasta que mi cuerpo no pueda más. Dile que
por favor me crea. Me avergüenzo de lo
que soy, siempre quise enorgullecerla, pero hasta ahora no he podido brillar. Desearía
olvidar que alguna vez la dejé por perseguir mis sueños de grandeza. Desearía
volver a sus brazos y no irme nunca más.”
Las puertas
del vagón se abrieron. Nos encontrábamos en un andén similar al anterior, al
aire libre.
- ¿Qué
estación es esta?- le consulté.
- No lo sé,
esta estación no existe en la realidad- me dijo mientras ella observaba
extrañada el lugar. De su cuerpo aún brotaban ligeras ondas brillantes. Su
habilidad era adecuada para la ocasión. A pesar de que estábamos ya en la ciudad,
todo permanecía muy tétrico y oscuro. Incluso los edificios cercanos, ninguna
de sus ventanas dejaba ver una luz encendida. Los postes que lograba ver desde
mi posición estaban encendidos, pero sus bombillas tenían el brillo más opaco
que haya visto jamás.
- Quizás
solo existe porque debemos bajar aquí. ¿Reconoces el lugar?
- Creo que
estamos a un par de calles del puerto.
- Vamos
allá.
Caminamos
cerca de las vías hasta llegar a la salida, la cual tenía tres molinetes. Los
atravesamos sin problemas. Al salir, nos recibió una avenida vacía y sombría.
- ¿Dónde
está la gente?- pensé en voz alta.
- Es
extraño, pocas veces he tenido un sueño así- me dijo.
- Espera,
espera, ¿este es tu sueño o mi sueño?-
le pregunté con el ceño fruncido.
Ella empezó
a caminar en dirección contraria a mí, giró y, una vez más, hizo un gesto con
la cabeza, esta vez indicándome que la siga. Caminé detrás de ella, guiado por
su brillo. No dejaba de sorprenderme el lugar, todo estaba ordenado y limpio.
Era como la calle fuera el pasillo impecable de un hotel recién inaugurado,
solo que por techo teníamos al oscuro cielo.
- Esto no
es Sidney- me dijo secamente, sin dejar de caminar.
- ¿Qué?-
dije incrédulamente.
- Es decir, de
cierta forma lo es. Pero puede que sea una adaptación desde tu perspectiva, como si hubiera fragmentos de
la ciudad pero unido a otras partes sacadas de tu mente. Tal vez es como tú
crees que es la ciudad, unido a lo que yo conozco.
- Eso quiere
decir que es mi sueño.
- Sí, pero a
pesar de eso, yo tengo libertad para moverme, decir y hacer lo que desee.
Incluso puedo tener la habilidad de la luz. Entonces, también es mi sueño. Pero
tienes una gran influencia dentro de él.
- Sigo sin
entender.
- Cuando dije
que estábamos a unas calles del puerto, en realidad ni siquiera había terminado
de reconocer el lugar. Solo lo sabía. ¿Sabes por qué?
- ¿Un golpe de
suerte? Bueno, yo siempre quise ir al puerto de Sidney - susurré en voz baja.
- ¡Exacto! Es un
deseo tuyo, y estas encaminando este sueño con esa dirección.
- Entonces si tú
me dejaras aquí tal vez no llegue al puerto nunca y dejaría de ser un intruso.
- Quizás, pero
no lo haré.
- ¿Por qué?
- Pues me da
curiosidad lo que encontraremos allí- dijo soltando una carcajada.
- ¿Cómo sabes
que esta ciudad no es la original?
- He estado
demasiadas veces aquí como para poder notarlo- me respondió muy segura de sí
misma.
- ¿Has soñado
con otras personas al azar?- caminé con pasos largos con el fin de alcanzarla y
hablarle mirándola a la cara.
- Obviamente que
sí, pero nunca he podido compartir acciones tanto tiempo. Siempre solo son
conversaciones fugaces y dichas personas, al ser secundarias en mi sueño, solo
tienen acciones específicas. La historia es ‘Yo siendo ayudada por esas
personas’ no ‘Esas personas ayudándome a mí’. En este sueño, a pesar de todo,
la historia es ‘Tu siendo ayudado por mí’. Creo que por eso tienes más
influencia en lo que ocurre.
- Pero solo es
perspectiva, también puede ser ‘Tu ayudando a un extraño’.
- Mejor no
ahondemos demasiado en esto. Ni siquiera es normal que estemos aquí. ¿Cuántas
personas conoces que puedan visitar a este mundo tal como lo hacemos nosotros?
- A nadie le
cuento sobre estos sueños – respondí.
Al oír mi respuesta, ella dejó de caminar y me
miró atónita, o eso pensé hasta que noté que ella no tenía los ojos fijos en
mí. Giré la cabeza con dirección a lo que ella estaba observando, y allí estaba
la razón por la cual frenó. Al otro lado de la calle un escaparate rompía el
tono lúgubre del lugar. Su luz era un mosaico de diversos tonos dorados. Era
como si nos estuviera pidiendo que, por favor, lo vayamos a observar. Yo no lo
había notado hasta ese entonces.
- ¡Eso no estaba
allí! lo habría notado desde la entrada de la estación- dije pasmado.
- ¿Sigues
buscándole lógica a todo esto?- me cuestionó.
Las ondas
brillantes que desprendían de su cuerpo se disiparon. Avanzó en medio de la
calzada a paso apresurado. Yo una vez más, fui tras ella. A medida que nos
acercábamos, logré notar que el marco del escaparate estaba hecho de algún tipo
de madera pulida y tallada en forma de olas, lo cual le daba un aspecto
antiguo, pero muy cálido.
- ¿Puedes
ver algo?- pregunté.
- Espera,
se está aclarando el interior.
Ambos
estábamos ansiosos de saber que nos revelaría aquel exhibidor. Poco a poco la
luminosidad imperante se atenuó, dejando ver nítidamente el interior. Y allí
estaban esos objetos tan perfectos, tan nuevos, tan reluciente; como si recién
hubieran sido fabricados y puestos a la venta. Estuvimos en silencio unos
segundos, sin despegar nuestros ojos del vidrio.
- ¿Qué
rayos? ¿Qué son esas cosas?- ella exclamó, rompiendo su serenidad.
- Te iba a
hacer la misma pregunta – le respondí absorto.
Los dejo con el tema Soñé, versión Unplugged, de la banda mexicana Zoé.
Les escribió Joss!, quien al fin se graduó.
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