Una melodía desafinada se escuchaba en mi sala de ensayo. Me
acerqué lentamente y observe a tientas desde la puerta entre abierta. Era un
niño de unos 9 años sentado en uno de los bancos, tocando una de mis guitarras.
Él estaba tratando de realizar una progresión de acordes, pero el acorde FA –tan
temido por los principiantes debido al uso de cejilla- sonaba fatal. Empujé suavemente la puerta e ingresé. El
pequeño no se inmutó ante mi presencia, seguía intentando una ejecución correcta.
- Yo también sufrí con ese acorde- le dije.
- Es difícil, me duele el dedo al hacer la barra- me respondió sin
mirarme.
- ¿Por qué no pruebas con este otro modo? Es un FA algo más agudo,
pero sencillo de tocar.
Me puse de cuclillas, tomé sus dedos y los ordené sobre el mástil
de la guitarra formando una posición alternativa del acorde, en la cual no
necesitaba realizar la cejilla. Rasgueó una vez, escuchó como sonaba e hizo un
gesto de aprobación. El niño volvió a ejecutar la progresión de acordes, usando
ahora la variación que le enseñe. La melodía fue mucho más agradable. Era un
círculo de acordes básico, pero interesante de escuchar.
- Suena bien, aprendes rápido. De todas formas, no dejes de
practicar la 'barra', te ayudará a mejorar- le recomendé, satisfecho de que por
primera vez había enseñado a alguien sobre cómo tocar la guitarra.
- ¡Tienes razón!- dijo.
Me paré, tomé otro banco de la sala, lo acerqué al niño y me senté
frente a él. Observé su exploración del instrumento: pulsaba las cuerdas en los
trastes, intercambiaba acordes, rasgueaba diversos patrones. Con errores y
aciertos, era interesante ver como
alguien tan joven conocía poco a poco un mundo tan interesante e infinito como lo
es la música.
- Luego te puedo enseñar un par de trucos que he ido aprendiendo –
le dije con voz animada.
- Gracias, papá- me respondió suavemente y sin dejar de tocar.
Mis ojos se abrieron repentinamente, me quedé unos minutos mirando
el gris techo de mi habitación. Me repetía una y otra vez los que acababa de soñar,
con el fin de no olvidarlo. Desesperadamente tomé mi teléfono móvil y escribí
todo lo que recordaba. Luego de la redacción apresurada y mucho más aliviado,
reflexioné sobre lo que había soñado: ¿Era en realidad una visión del futuro?
¿O era lo que en el fondo hubiera deseado que me pasara a mí? Suena tan cálido que un padre enseñe a su hijo descubrir y apasionarse por un arte;
pues no lo haría porque le pagan o por que sea su obligación, sino por el
sencillo hecho de que lo ama. Suena tan brillante que un padre se
interese por la pasión de su hijo; pues no sería un juez encargado de criticar,
sino un guía que recomiende el mejor camino por el cual ir. Suenan tan bien
esas ideas; pero son temas que no he podido escuchar. Mi camino en el aprendizaje musical, en ese
aspecto, ha sido muy solitario hasta el momento.
Los dejo con Solid Gold de Tom Chaplin.