0

Doce años, la mitad de mi vida

¿Recuerdas cuando nos conocimos? Tenía diez cuando nos presentaron, tu recién hace un par de meses habías llegado al mundo. Yo entré a casa después del colegio y te vi echadita en un lavatorio cubierta con una toalla. Al sentirme, levantaste tu cabecita y me miraste por primera vez. Había esperado durante mucho tiempo tu llegada, y no pude evitar la emoción cuando te vi. Aquella imagen jamás la voy a borrar de mis pensamiento, porque en ese momento conocí a un ser que me sería fiel cada día de su vida. 

¿Recuerdas las aventuras que tuvimos? En aquel distrito que recorrimos, cada calle y cada avenida, cada camino entre bosques, cada viaje. Ambos éramos muy jóvenes, y al igual que tu, buscaba explorar el mundo al lado de alguien en quien podía confiar. 

¿Recuerdas cuando te hacía dormir en mis piernas? y por las noches te metías a mi cama buscando mi calor, escondiéndote de mi viejo para que no te botara y te mandara al mueble. 

¿Recuerdas cuando me esperabas que volviera del colegio? te me abalanzabas en mi encima y así empezábamos una tarde en la que los dos jugábamos hasta el cansancio. 

¿Recuerdas cuando llegamos a la gran ciudad? Tu viajaste a mi lado, escondida. Estabas asustada, pero yo te abrazaba para que te calmaras. Nos encaminábamos a una nueva vida, alejada de aquellos parajes que solíamos recorrer con tanta libertad. 

Pasó el tiempo, y la ciudad nos volvió dos seres más distantes: yo hundido en mis problemas, tu tratando de ser buena en una nueva casa. Aunque tal vez no lo entendías, yo siempre andaba pendiente de ti, así ya no jugáramos como antes, siempre me preocupabas. Y me emocioné cuando saliste preñada y tuviste cuatro cachorritos. 

Tal vez poco a poco la edad también fue calando en nuestras emociones, poco a poco, pasábamos los días sin siquiera saludarnos. Tu cada vez más amargada, yo sumergido en las estupideces de la vida. Pero siempre me importabas, y me alegraba cuando movías la cola, como si trataras de decirme que a pesar de nuestros cambios aún éramos amigos. 

Un día antes de que partas para siempre, lo único que puedo decir es que te amo mucho , siempre te consideré como parte de mi familia, desde aquella vez que nos conocimos, hasta ahora que estás postrada en una camita. Mis lágrimas ahora son en vano, así como tratar de pedirte perdón. Tal vez, en algún momento, podamos soñar que ambos volvemos a ser los pequeños que éramos antes, y podremos correr por aquellas calles de aquel distrito en el que nos conocimos, podremos explorar esos boques que eran parte de nuestra libertad, podremos revivir aquellas aventuras que en los últimos años nos fueron esquivas, podremos ser felices de nuevo.  

0 comentarios:

Publicar un comentario