El alba despertó con un
disparo, y su hermosa sangre caliente y borboteante derritió la nieve en el
campo. Esta penetró a la tierra hasta adoptar a tres semillas, a las cuales
abrazó como si fueran sus hijas. Les dio amor hasta sentir que ellas podían
andar solas. Así lo hicieron, crecieron hasta ver al fin el cielo. Aún no había
amanecido. Eran tres rosas rojas, las únicas con vida en medio de la campiña.
En sus espinas guardaban dolor, sus raíces estaban impregnadas de sufrimiento.
Eran hermosas, pero no pudieron contener su llanto. Mil lágrimas se abrieron
paso entre la miseria y llegaron al camino. Un niño perdido logró escuchar los
lamentos; sin dudarlo siguió el desvío. Tres rosas rojas, rojas como la
violenta muerte bajo una máscara, le dieron la bienvenida en medio de sollozos.
-¿Por qué lloran?- preguntó
el pequeño.
-Nosotras somos hijas
del martirio- respondieron las tres gemelas.
-¿De quién?
- De aquella joven que
confió en el amor equivocado.
Los gritos de una madre
desesperada se escucharon en medio de la brisa congelada. Repetían un nombre,
una y otra vez, con una voz quebrada y cansada.
- ¡Te están buscando!-
exclamaron las rosas.
- Alguien también debe
estar buscando a la madre de ustedes, ¿está muy lejos de aquí?- consultó el
infante.
- Ella no se ha ido,
ella sigue aquí, oculta a nuestro lado. Nos cuida y nos mantiene vivas.
El crío quitó una gruesa
almohada blanca en la cual los tallos se recostaban. Allí estaba: Cabellos
rubios y la piel más fría que el invierno. Su rostro mostraba una lóbrega sonrisa dibujada
sin labios. Sus ojos eran dos cavernas de infinita oscuridad.
- ¿Esto significa
confiar en el amor equivocado?- cuestionó el niño.
Las tres rosas rojas
siguieron llorando.
Últimamente he tenido
varias pesadillas.
Los dejo con Brucia La
Terra, interpretada por Andrea Bocelli.
Les escribió Joss! Quien está
en medio de exámenes.
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